Refugio
Tomamos refugio en nuestro propio maestro como una manifestación del Buda.
Tomamos refugio en el Dharma, en las enseñanzas representadas por las
escrituras y comentarios en el canon Budista. Tomamos refugio en el Sangha,
nuestros compañeros de viaje en el camino - pasado, presente y futuro - cuya
propia práctica y esfuerzos nos estimulan continuamente.
Es natural empezar por seguir a los que, creemos, están espiritualmente más alto
que nosotros. En la mayor parte de las veces esto es bueno, aprendemos a
colocar menos énfasis en nuestros propios deseos, a respetar las necesidades de
otros, a ser creyentes. Pero no podemos aprender mucho más sólo de maestros y
libros; finalmente necesitamos abrirnos a nuestra propia comprensión, realizar
verdades espirituales desde nuestra experiencia interna. Cuando nos abrimos
genuinamente, entonces establecemos nuestra relación interna con el Buda, el
Dharma y la Sangha. Empezamos a despertar a la iluminación.
Las acciones “espirituales” son aquellas que ocurren naturalmente cuando
actuamos con un corazón abierto. Aunque las enseñanzas sólo indican el camino a
esa apertura, y no es fácil viajar hacia donde la enseñanza indica. Muchos
aprenden a “actuar” de acuerdo a las enseñanzas, no muchos aprenden a vivirlas
efectivamente. Por ejemplo, las enseñanzas dicen que debemos desprendernos del
ego. Podemos tal vez tratar de desprendernos de nuestro “auto interés”
juntándonos a un grupo espiritual, y gastando nuestro tiempo en estudiar las
escrituras. Pero el ego está tan en su casa en una biblioteca como en un
monasterio o en un cinema, y aún más que eso, hay muchos que están muy
orgullosos de su conocimiento, de sus visualizaciones, meditaciones, iniciaciones,
sadhanas, mandalas, etc. y hay aún otros que están orgullosos de sus
experiencias religiosas.
La iluminación, sin embargo, no tiene nada que ver con conceptos o
adquisiciones. El desprendimiento real del ego ocurre cuando vemos que no hay
diferencia entre “interno” y “externo”, cuando encontramos la sabiduría de Buda
dentro de nosotros. En nuestro nivel samsárico, podemos suponer que el Buda
descubrió alguna extraordinaria sabiduría, la cual nosotros podemos recoger de
las enseñanzas que él dejó. Pero el Buda-Dharma no es esa clase de enseñanza.
Lo que el Buda realizó centurias atrás está dentro de la consciencia misma; no
hay nada en su realización que le pertenezca a él. La calidad de la iluminación
está siempre ahí, siempre accesible. Algunos podrán decir que mirar dentro de
nosotros buscando verdades espirituales es egocéntrico y egoísta y que el
no-ego y el no-egoísmo consisten en trabajar por otros en el mundo. Pero, hasta
que encontremos nuestra verdad interior, nuestro trabajo en el mundo siempre
girará alrededor de nuestros “yoes”. Mientras pensemos acerca del mundo en
términos de “yo” y “otros” nuestras acciones serán egoístas. Nuestro “yo” nos
seguirá donde vayamos, así los resultados positivos serán limitados.
Antes de poder ayudar a otros, necesitamos encontrar tanta fortaleza como
podamos dentro de nosotros mismos. Podemos encontrarla permitiendo al Buda y el
Dharma que vengan a vivir dentro de nosotros. La mayoría de nosotros, sin
embargo, no somos todavía capaces de experimentar esta verdad interior. Podemos
tratar, pero por ahora parece que debemos vivir en el nivel más superficial
orientado al sujeto-objeto.
Es por esto que la meditación es tan importante. En ella podemos tener
realizaciones experienciales que rompen nuestra manera conceptual de tratar con
las experiencias, y estas realizaciones nos ayudan a ver desde un punto de
vista más iluminado. Contactamos la calma y claridad que yace bajo el nivel
conceptual. La meditación es entonces nuestro refugio, porque podemos recurrir a
ella cada vez que necesitamos que nos dé equilibrio. El tomar refugio en
nosotros mismos de esta manera, nos da una base más fuerte y una mayor
confianza para lidiar con la vida diaria. Esto es refugio en un nivel más alto.
El refugio fundamental yace en un constante contacto con el estado meditativo
dentro del cual descubrimos la inmediatez del Ser en el que no existen
distinciones artificiales. En este, el más alto de los niveles, vemos toda
experiencia como el puro estado de alerta que alcanzamos a través de la
meditación. Nos damos cuenta que no hay Buda, ni Dharma, ni Sangha. No hay
sujeto, ni objeto, ni un “yo” que tenga que refugiarse; el concepto de tomar
refugio ha desaparecido. Una vez que sabemos cómo no refugiarnos y una vez que
comprendemos que no existe el concepto de un “yo” que necesita ser reforzado,
tenemos verdadera protección, la experiencia religiosa es una parte de
nosotros. Ella está ahora en un plano enteramente diferente del nivel ordinario
de sensaciones y percepciones. Es ver, oír, sentir, tocar, todas las
dimensiones de la experiencia que están plenamente vivas, infinitamente ricas.
La fuente para aprender y estudiar el Dharma está siempre a mano; no tenemos
que salir a comprar una copia de él, porque está siempre presente en nuestra
experiencia. Este Dharma viviente es la enseñanza. Cuando nos abrimos a él,
cuando contactamos esta experiencia viva, veremos la esencial unidad de todos
los seres. En el más profundo nivel, ya no hay un refugio porque el ego ya no
existe. Hay solamente un mandala perfecto en todas dimensiones.
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