En la II
Guerra Mundial, fue efectivamente sanador desarrollar compasión por aquellos
que hicieron cosas tan terribles. Las acciones de mucha gente muestran que
ellos no tienen verdadera consciencia de ellos mismos ni control sobre sus
propias mentes. Sus emociones agresivas son tan poderosas que no saben lo que
están haciendo. Ellos están en realidad locos. Comprendiendo esto, podemos
aprender a ser compasivos.
Sería estupidez decir que las malas acciones son buenas, pero sin negatividades contra las que luchar, no habría necesidad de desarrollar consciencia de sí, o meditación, o compasión. Sin problemas, no podríamos llegar a la iluminación; así que somos afortunados de tener tanto situaciones positivas como negativas, para lidiar con ellas. Aunque no es fácil superar nuestros problemas, ellos son el terreno en que somos probados.
En vez de enfurecernos por aquellos que nos perjudican, podemos estar agradecidos de ellos por darnos la oportunidad de desarrollar paciencia, autoconocimiento y compasión. Esta manera de enfocar las circunstancias favorece la apertura de nuestros corazones.
Para desarrollar un corazón más compasivo, trabaja alegremente por otra gente y pon en ello tanta energía como puedas. Sé natural y risueño. Aprende a aceptar a otros aun con sus faltas. Aunque el sentimiento más altamente positivo es llamado amor, aún el amor está limitado por la relación sujeto-objeto: tratamos de hacerlos dependientes de nosotros y transformarlos a lo que sentimos debieran ser. Pueden ser nuestros amigos, nuestros amantes, nuestros hijos, o aún Dios o Buda. Sólo la compasión nos libra de esta limitante relación.
La compasión acepta a los otros como son. El que enteramente realiza la compasión ya no ve más separación entre “yo” y “otros”. La compasión es la total y espontánea respuesta a todas las situaciones.
Sería estupidez decir que las malas acciones son buenas, pero sin negatividades contra las que luchar, no habría necesidad de desarrollar consciencia de sí, o meditación, o compasión. Sin problemas, no podríamos llegar a la iluminación; así que somos afortunados de tener tanto situaciones positivas como negativas, para lidiar con ellas. Aunque no es fácil superar nuestros problemas, ellos son el terreno en que somos probados.
En vez de enfurecernos por aquellos que nos perjudican, podemos estar agradecidos de ellos por darnos la oportunidad de desarrollar paciencia, autoconocimiento y compasión. Esta manera de enfocar las circunstancias favorece la apertura de nuestros corazones.
Para desarrollar un corazón más compasivo, trabaja alegremente por otra gente y pon en ello tanta energía como puedas. Sé natural y risueño. Aprende a aceptar a otros aun con sus faltas. Aunque el sentimiento más altamente positivo es llamado amor, aún el amor está limitado por la relación sujeto-objeto: tratamos de hacerlos dependientes de nosotros y transformarlos a lo que sentimos debieran ser. Pueden ser nuestros amigos, nuestros amantes, nuestros hijos, o aún Dios o Buda. Sólo la compasión nos libra de esta limitante relación.
La compasión acepta a los otros como son. El que enteramente realiza la compasión ya no ve más separación entre “yo” y “otros”. La compasión es la total y espontánea respuesta a todas las situaciones.
La mejor manera de mostrar compasión es a través del deseo de ayudar. Cuando tú no puedes hacer nada acerca de una situación, por lo menos desea sinceramente haber podido ayudar. Aunque estos son sólo pensamientos, es valioso tener buenos pensamientos. Tu puedes también darte cuenta que la razón por la que no puedes ayudar es que te falta la sabiduría y el poder espiritual para ello. Este deseo te estimulará y te dará fortaleza para tu práctica. Mientras más desarrolles tu práctica, más poder tendrás para ayudar a otros.
El deseo consiste no sólo en palabras, sino en un profundo sentimiento que viene desde el fondo de tu corazón. Una vez que hayas desarrollado fuertemente este sentimiento, viene la buena voluntad y luego la apertura. A este punto puedes actuar en forma efectiva. Así es como empieza la compasión. Tú ves los problemas de otros, tú sientes su dolor, su tristeza, su sufrimiento. Tu deseo de ayudar se hace más fuerte a medida que tú te abres más, y sientes más profundamente.
No es egoísta decir: “No puedo hacer nada” cuando tú real y desesperadamente quieres ayudar, pero sabes, en forma realista, que simplemente no hay nada que puedas hacer.
Para ayudar a otros, tú debes tener ambos: sabiduría y poder. Lo que significa compasión. Cuando una o ambas cualidades están faltando, es difícil tener éxito. Aunque puedas tener buenas intenciones, falta de poder significa falta de efectividad. Es mejor desarrollar la capacidad de estar alerta, tu poder y tu habilidad para actuar. Primero, necesitas llegar a ser sensitivo a la situación. Luego podrás manejarla en forma apropiada. Sin preparación, las buenas ideas son difíciles de llevar a cabo.
La sabiduría y la meditación llegan a ser muy similares. La meditación es el estado lúcido de la mente y cuando éste se desarrolla, se transforma en sabiduría. Cuando comprendemos el sufrimiento de otros, podemos desarrollar el deseo de ayudar, después la voluntad de hacerlo y entonces nuestros corazones se abren. La sabiduría nos permite ver que se puede hacer y nos da la habilidad para aliviar los sufrimientos de otros.
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