martes, 20 de julio de 2010

“De mí estoy asombrado, desilusionado, contento. Estoy triste, abatido, entusiasmado. Yo soy todo esto también, y no puedo sacar la suma. No estoy en condiciones de comprobar un valor o una imperfección definitivos. No tengo juicio alguno sobre mi vida ni sobre mí. De nada estoy seguro del todo. No tengo convicción alguna definitiva. Propiamente de nada. Solo sé que nací y existo y me da la sensación de ser llevado. Existo sobre la base de algo que no conozco. Pese a toda la inseguridad, siento una solidez en lo existente y una continuidad en mi ser”.

El mundo en el que nacemos es rudo y cruel y, al mismo tiempo, de belleza divina. Es cuestión de temperamento creer qué es lo que predomina: el absurdo o el sentido. Si el absurdo predominara se desvanecería en gran medida el sentido de la vida en rápida evolución. Pero tal no es -o no me parece ser- el caso. Probablemente, como en todas las cuestiones metafísicas, ambas cosas son ciertas: la vida es sentido y absurdo, o tiene sentido y carece de él. Tengo la angustiosa esperanza de que el sentido prevalecerá y ganará la batalla”.

“Es importante que tengamos un secreto y el presentimiento de algo incognoscible. Ello llena la vida de algo impersonal, de un numinoso. Quien no ha experimentado esto, se ha perdido de algo importante. El hombre debe percibir que vive en un mundo que en cierto sentido es enigmático. Que en él suceden y pueden experimentarse cosas que permanecen inexplicables y no tan sólo las cosas que acontecen dentro de lo que se espera. Lo inesperado y lo inaudito son propios de este mundo. Sólo entonces la vida es completa. Para mí la vida fue desde el comienzo infinitamente grande e incomprensible”.

“Esas dos cosas, la inmensa concentración en el mundo interior y la respuesta inmediata a las otras personas, son para mí la síntesis del hombre total”

Carl Gustav Jung.

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