Un Espacio dedicado a compartir ideas e impresiones sobre temáticas orientales.
martes, 24 de agosto de 2010
lunes, 23 de agosto de 2010
viernes, 20 de agosto de 2010

lunes, 9 de agosto de 2010
domingo, 8 de agosto de 2010












sábado, 7 de agosto de 2010
viernes, 6 de agosto de 2010


jueves, 5 de agosto de 2010
Desde su nacimiento, el Emperador Amarillo
fue alguien inteligente,
desde su corta edad le gustaba
discutir muchos aspectos de lo que le
rodeaba, y en su edad adulta fue
honesto y trabajador, lo cual le
permitió alcanzar el título de
"Hijo del cielo". Un día preguntó a
su maestro Qi Bo lo siguiente:
-He oído decir que los hombres de
la remota antigüedad, incluso a
los 100 años de vida, poseían una
gran agilidad en sus movimientos;
en cambio, los hombres de hoy día,
aun sin llegar a los 50 años, ya
tienen movimientos torpes. Maestro,
¿esto se debe a un problema
generacional o a algún error en la
actividad vital del hombre de la
actualidad?
Qi Bo contestó:
-Los hombres de la remota
antigüedad vivían en concordancia con los
cambios de yin yang en la
naturaleza; tenían un gran dominio del
"método para alimentar la
vida" (Yang sheng zhi dao), mantenían
un ritmo en su alimentación, el
trabajo y el descanso y se abstenían
de trabajar mucho. Por tal motivo,
su apariencia física y su estado
psíquico estaban en concordancia
con su edad, y podían vivir hasta
la edad que la naturaleza pone como
límite, es decir, más de 100
años. Los hombres de la actualidad
no son iguales: toman el vino
como si fuera agua, sin medida
alguna; practican el sexo en estado
de ebriedad desgastando la energía
esencial ("Jing gi") ancestral
yin del riñón; no saben
alimentarse; desgastan su espíritu en cosas
banales y no mantienen un ritmo
entre el trabajo y el descanso. Por
eso, al llegar a los 50 años ya
parecen viejos decrépitos y sus
movimientos son torpes.
"En la remota antigüedad, los
maestros sabios enseñaban a los
hombres a prevenirse de la
"energía patógena externa productora de
deficiencia (xu xie)[". Se debe
evitar a tiempo la energía
patógena externa: permanecer
tranquilo sin exaltarse emocionalmente:
eliminar cualquier pensamiento que
perturbe la actividad espiritual,
con lo cual se favorezca la
circulación de la energía vital y se
prevenga cualquier enfermedad, y
conservar el espíritu en el
interior. Cuando se tiene un estado
emocional tranquilo y se
descansa de forma adecuada, la
"energía verdadera" (zhen qi) puede
circular correctamente. Cada
persona puede llegar entonces a
satisfacer sus necesidades: cuando
trabaja no siente fatiga. pues lo
hace con gusto; cualquier cosa con
la que se vista le parece bello.
De este modo todos pueden tener una
vida agradable y feliz,
independientemente del nivel social
al que pertenezcan. En este
sentido. no se pretende alcanzar lo
inalcanzable, sino lograr una
vida simple, de manera que una
situación anormal no pueda influir en
una persona, sin importar su grado
de inteligencia, de cultura o de
fuerza, ni podrán influir los
factores patológicos externos. Tales
son las reglas para "alimentar
la vida"; la gente que conduzca así
su vida podrá llegar a los 100 años
sin parecer anciana. Quien logra
esto es aquel que ha dominado el
"método para alimentar la vida"
(Yang sheng zhi dao), previniendo
que los factores internos y
externos sometan al organismo y lo
pongan en un camino peligroso.
¿Qué es la compasión?
La compasión es la mente que siente aprecio por los demás y desea liberarlos de su sufrimiento. En ocasiones, deseamos que una persona se libere de su sufrimiento por motivos egoístas; esto ocurre a menudo en las relaciones basadas en el apego. Por ejemplo, si nuestro mejor amigo está enfermo o se siente deprimido, deseamos que se recupere lo antes posible para volver a disfrutar de su compañía, pero esto es un deseo egoísta, no verdadera compasión. Para sentir verdadera compasión debemos estimar a los demás. Aunque tenemos cierto grado de compasión, es limitado y parcial. Cuando nuestros familiares y amigos están sufriendo, sentimos lástima por ellos con facilidad, pero nos resulta más difícil sentir lo mismo por las personas que nos resultan desagradables o por los desconocidos. Además, sentimos compasión por los seres cuyo sufrimiento es evidente, pero no por los que disfrutan de buenas condiciones ni por los que cometen acciones perjudiciales.
Si de verdad deseamos que madure nuestra semilla de Buda y alcanzar la iluminación, hemos de aumentar el ámbito de nuestra compasión hasta abarcar a todos los seres sintientes sin excepción, al igual que una madre es compasiva con sus hijos aunque hagan travesuras. La compasión universal es el corazón del budismo. A diferencia de nuestra compasión limitada, que sentimos de vez en cuando de manera espontánea, la compasión universal ha de cultivarse practicando la meditación durante mucho tiempo.
miércoles, 4 de agosto de 2010
La
ilusión del Ahora
Mucho se ha dicho en la actualidad acerca de la importancia de vivir en el presente, en el “aquí” y el “ahora”. Pero este vivir en el presente siempre se vuelve un aferramiento a la experiencia, un sujeto examinando un objeto. Nuestras ideas sobre lo que significa estar en el presente, “aquí y ahora”, nos enredan con sus complejidades. ¿Dónde está esta mente, mi mente, en la cual yo creo que las ideas y las experiencias ocurren? Los pensamientos existen, tenemos un sentido del presente, tenemos consciencia. Pero cuando tratamos de pinchar la experiencia efectiva que estamos teniendo, no podemos encontrar nada en la descripción de la experiencia que sea efectivamente real. Lo que encontramos no es nunca la actualidad de la experiencia, sino solamente un conjunto de conceptos que nos hemos formado acerca de nuestra experiencia. Cuando tratamos de vivir en el “presente”, nos preparamos para ir más allá de los conceptos, más allá del tiempo, más allá de nuestras experiencias usuales, pero todo lo que hacemos en nuestra seria anticipación es reforzar nuestra mente dualista.
¿Cómo entonces es posible ir más allá de esta superficie o mundo relativo, cuando aun el deseo de ir más allá lo cambia todo para impedirnos hacerlo? El primer paso es realizar que todas las cosas pertenecientes al mundo relativo, incluyendo lenguaje, ideas y conceptos, son formas semejantes a nubes en el cielo. Se ven sólidas, tienen diferentes formas, se mueven; sin embargo, no son diferentes del cielo en el que flotan. De la misma manera, nosotros creamos formas de nuestras diferentes experiencias por medio de nuestras emociones, nuestras imágenes y nuestros conceptos. Desarrollamos “series de historias”, que se parecen a esas nubes-dragón que se retuercen en el cielo.
Usualmente contemplamos estas “nubes” experiencias como si fueran objetos reales separados de nosotros. Pero cuando comprendemos que sólo son manifestaciones superficiales, podemos relajarnos y contactar el espacio sutil del más allá de los “nube-conceptos” y las “nube-emociones”, el espacio en el que no hay dualidad de sujeto y objeto.
Al principio es difícil aceptar que este espacio vacío existe, porque no hemos desarrollado la clase de percepción que se requiere. Por eso, primero necesitamos adquirir esa comprensión intelectual, luego podemos abrirnos a la experiencia afectiva a través de la meditación. Por un lado, la comprensión intelectual sostiene la experiencia; por el otro, la experiencia inspira una más profunda comprensión. Ambos profundizan juntos, sosteniéndose mutuamente.
Nuestro entendimiento intelectual es un mecanismo comprobatorio, uno que desarrolla un medio de probar las cosas en forma lógica. En una facultad importante pero hasta cierto punto, porque los conceptos y la lógica no nos llevan demasiado lejos. Sólo la experiencia puede llevarnos más allá de las imágenes, más allá del tiempo. Pero esta no es nuestra usual idea de experiencia...
La meditación, nos ayuda a dejar nuestros conceptos e ideas para ser receptivos a un estado abierto de alerta. En la meditación hacemos nuestro más íntimo contacto con nuestro lado experiencial donde se encuentra la iluminación, la más alta consciencia.
Cuando pasamos directamente dentro de cada momento, cuando disolvemos las formas o “nubes” de conceptos y descansamos en la pura experiencia, descubrimos nuestro gran recurso, el espacio iluminado. Podemos explotar la mina de nuestra experiencia para encontrar este gran tesoro que yace dentro de cada pensamiento.
Una vez que surja esta comprensión, todo es una parte de la meditación. Estamos centrados en la inmediatez de la experiencia, y, a pesar de eso, todavía participamos en sus formas exteriores, usando conceptos, gestos, etc., para manifestar nuestra experiencia interna. Esta comprensión es verdadera integración, una conexión genuina de nuestro entero ser con la realidad de la experiencia, con el “ahora” el cual no está limitado por tiempo ni espacio.
La Semilla de Iluminación:
La iluminación es la naturaleza de toda experiencia, lo que significa que ella está disponible para nosotros en todo momento. El Yo-imagen, sin embargo, nos separa de ello, y así la mayor parte de nosotros tiene bien poca convicción de que pueda haber algo más en esta vida que no sea la experiencia ordinaria. Cuando tenemos estas dudas, ni aun tratamos de trascender las limitaciones que nuestro ego nos impone. Pero cuando vemos que puede haber alguna verdad en las creencias espirituales, nos ubicamos en un camino que nos lleva más allá de nuestras limitaciones a estados progresivamente más altos de autoconsciencia. Llegamos a estar más y más despiertos a nuestra propia naturaleza, hasta que finalmente no hay entre nosotros y la experiencia de la iluminación nada que la impida.
En lo que usualmente llamamos enseñanza, aprender es un asunto de infiltrar palabras y significados a través de nuestro entendimiento conceptual. Pero en las enseñanzas del camino - porque cada palabra es una puerta a la iluminación - necesitamos comprender los significados internos por experiencia directa. Cuando nuestros corazones y mentes se abren a estos significados más profundos, un maestro puede ayudarnos entonces a trascender las limitaciones que nuestra mente conceptual establece en nuestra comprensión.
Ambos, el conocimiento intelectual y experiencial crecen y se profundizan juntos. Por ello, cada paso en la transmisión: las enseñanzas, los textos, y el proceso de aprendizaje, deben ser conducidos con el mayor cuidado, o si no, el camino directo a la iluminación será oscurecido. Impacientes por nuestro progreso, podemos sentir que “mientras más aprendemos” mejor será. Pero yendo de maestro en maestro sólo diluimos nuestro conocimiento en vez de profundizarlo. Por lo tanto, necesitamos seleccionar cuidadosamente un guía iluminado y luego seguirlo hasta que nuestra comprensión llegue a ser profunda y clara.
¿Cómo podemos estar seguros que nuestro maestro será capaz de guiarnos a esta realización? Con nuestra inteligencia y nuestra intuición como guías, somos naturalmente atraídos a un maestro que ha perfeccionado aquellas cualidades que deseamos desarrollar en nosotros. Un maestro vive el significado interno de las enseñanzas, y así nosotros vemos en él nuestra naturaleza interna. Entonces, a través de su compasión iluminada, él nos ayuda a desarrollar nuestras propias cualidades de compasión, integridad y confianza interior.
Cuando el maestro es compasivo y abierto, el camino se despliega naturalmente, y nuestras vidas adquieren una cualidad quieta y apacible. Gradualmente llegamos a ser más conscientes de nuestra naturaleza interna, y construimos una profunda autocomprensión y una fortaleza interna.
Pero las enseñanzas no siempre vienen en forma que sean gratas para nuestro ego. Un maestro compasivo, para revelarnos nuestra naturaleza interior y hacernos conscientes de ella, también saca a la superficie aquellas cualidades que no nos gusta admitir en nosotros. Podemos liberarnos de ellas una vez que las veamos, pero estas cualidades pueden ser tales que nuestro ego no quiera dejarlas ir. Y nuestros egos, cuando se sienten amenazados, pueden causarnos dudas acerca de las enseñanzas del maestro; el ego puede aun inducirnos a creer que si no nos gusta una cierta enseñanza, ella debe ciertamente ser errónea. A este punto podemos sentirnos impelidos a romper con el maestro en lugar de hacerlo con el ego.
Pero romper con el maestro es romper con nuestra confianza en nosotros mismos. Con este picotear y escoger, aceptar y rechazar, socavamos nuestra propia evolución y fortalecemos sólo nuestras limitaciones. De esta manera no sólo originamos confusión, sino también un profundo resentimiento de culpa y fracaso que hace extremadamente difícil los futuros progresos en el camino.
Por lo tanto, la confianza en el maestro y en lo que él representa se necesitan desde el comienzo. Para que la línea de transmisión continúe ininterrumpida, debe haber mutua confianza, apertura, honestidad, e integridad como base en el camino.
La iluminación es la naturaleza de toda experiencia, lo que significa que ella está disponible para nosotros en todo momento. El Yo-imagen, sin embargo, nos separa de ello, y así la mayor parte de nosotros tiene bien poca convicción de que pueda haber algo más en esta vida que no sea la experiencia ordinaria. Cuando tenemos estas dudas, ni aun tratamos de trascender las limitaciones que nuestro ego nos impone. Pero cuando vemos que puede haber alguna verdad en las creencias espirituales, nos ubicamos en un camino que nos lleva más allá de nuestras limitaciones a estados progresivamente más altos de autoconsciencia. Llegamos a estar más y más despiertos a nuestra propia naturaleza, hasta que finalmente no hay entre nosotros y la experiencia de la iluminación nada que la impida.
En lo que usualmente llamamos enseñanza, aprender es un asunto de infiltrar palabras y significados a través de nuestro entendimiento conceptual. Pero en las enseñanzas del camino - porque cada palabra es una puerta a la iluminación - necesitamos comprender los significados internos por experiencia directa. Cuando nuestros corazones y mentes se abren a estos significados más profundos, un maestro puede ayudarnos entonces a trascender las limitaciones que nuestra mente conceptual establece en nuestra comprensión.
Ambos, el conocimiento intelectual y experiencial crecen y se profundizan juntos. Por ello, cada paso en la transmisión: las enseñanzas, los textos, y el proceso de aprendizaje, deben ser conducidos con el mayor cuidado, o si no, el camino directo a la iluminación será oscurecido. Impacientes por nuestro progreso, podemos sentir que “mientras más aprendemos” mejor será. Pero yendo de maestro en maestro sólo diluimos nuestro conocimiento en vez de profundizarlo. Por lo tanto, necesitamos seleccionar cuidadosamente un guía iluminado y luego seguirlo hasta que nuestra comprensión llegue a ser profunda y clara.
¿Cómo podemos estar seguros que nuestro maestro será capaz de guiarnos a esta realización? Con nuestra inteligencia y nuestra intuición como guías, somos naturalmente atraídos a un maestro que ha perfeccionado aquellas cualidades que deseamos desarrollar en nosotros. Un maestro vive el significado interno de las enseñanzas, y así nosotros vemos en él nuestra naturaleza interna. Entonces, a través de su compasión iluminada, él nos ayuda a desarrollar nuestras propias cualidades de compasión, integridad y confianza interior.
Cuando el maestro es compasivo y abierto, el camino se despliega naturalmente, y nuestras vidas adquieren una cualidad quieta y apacible. Gradualmente llegamos a ser más conscientes de nuestra naturaleza interna, y construimos una profunda autocomprensión y una fortaleza interna.
Pero las enseñanzas no siempre vienen en forma que sean gratas para nuestro ego. Un maestro compasivo, para revelarnos nuestra naturaleza interior y hacernos conscientes de ella, también saca a la superficie aquellas cualidades que no nos gusta admitir en nosotros. Podemos liberarnos de ellas una vez que las veamos, pero estas cualidades pueden ser tales que nuestro ego no quiera dejarlas ir. Y nuestros egos, cuando se sienten amenazados, pueden causarnos dudas acerca de las enseñanzas del maestro; el ego puede aun inducirnos a creer que si no nos gusta una cierta enseñanza, ella debe ciertamente ser errónea. A este punto podemos sentirnos impelidos a romper con el maestro en lugar de hacerlo con el ego.
Pero romper con el maestro es romper con nuestra confianza en nosotros mismos. Con este picotear y escoger, aceptar y rechazar, socavamos nuestra propia evolución y fortalecemos sólo nuestras limitaciones. De esta manera no sólo originamos confusión, sino también un profundo resentimiento de culpa y fracaso que hace extremadamente difícil los futuros progresos en el camino.
Por lo tanto, la confianza en el maestro y en lo que él representa se necesitan desde el comienzo. Para que la línea de transmisión continúe ininterrumpida, debe haber mutua confianza, apertura, honestidad, e integridad como base en el camino.
lunes, 2 de agosto de 2010
En la II
Guerra Mundial, fue efectivamente sanador desarrollar compasión por aquellos
que hicieron cosas tan terribles. Las acciones de mucha gente muestran que
ellos no tienen verdadera consciencia de ellos mismos ni control sobre sus
propias mentes. Sus emociones agresivas son tan poderosas que no saben lo que
están haciendo. Ellos están en realidad locos. Comprendiendo esto, podemos
aprender a ser compasivos.
Sería estupidez decir que las malas acciones son buenas, pero sin negatividades contra las que luchar, no habría necesidad de desarrollar consciencia de sí, o meditación, o compasión. Sin problemas, no podríamos llegar a la iluminación; así que somos afortunados de tener tanto situaciones positivas como negativas, para lidiar con ellas. Aunque no es fácil superar nuestros problemas, ellos son el terreno en que somos probados.
En vez de enfurecernos por aquellos que nos perjudican, podemos estar agradecidos de ellos por darnos la oportunidad de desarrollar paciencia, autoconocimiento y compasión. Esta manera de enfocar las circunstancias favorece la apertura de nuestros corazones.
Para desarrollar un corazón más compasivo, trabaja alegremente por otra gente y pon en ello tanta energía como puedas. Sé natural y risueño. Aprende a aceptar a otros aun con sus faltas. Aunque el sentimiento más altamente positivo es llamado amor, aún el amor está limitado por la relación sujeto-objeto: tratamos de hacerlos dependientes de nosotros y transformarlos a lo que sentimos debieran ser. Pueden ser nuestros amigos, nuestros amantes, nuestros hijos, o aún Dios o Buda. Sólo la compasión nos libra de esta limitante relación.
La compasión acepta a los otros como son. El que enteramente realiza la compasión ya no ve más separación entre “yo” y “otros”. La compasión es la total y espontánea respuesta a todas las situaciones.
Sería estupidez decir que las malas acciones son buenas, pero sin negatividades contra las que luchar, no habría necesidad de desarrollar consciencia de sí, o meditación, o compasión. Sin problemas, no podríamos llegar a la iluminación; así que somos afortunados de tener tanto situaciones positivas como negativas, para lidiar con ellas. Aunque no es fácil superar nuestros problemas, ellos son el terreno en que somos probados.
En vez de enfurecernos por aquellos que nos perjudican, podemos estar agradecidos de ellos por darnos la oportunidad de desarrollar paciencia, autoconocimiento y compasión. Esta manera de enfocar las circunstancias favorece la apertura de nuestros corazones.
Para desarrollar un corazón más compasivo, trabaja alegremente por otra gente y pon en ello tanta energía como puedas. Sé natural y risueño. Aprende a aceptar a otros aun con sus faltas. Aunque el sentimiento más altamente positivo es llamado amor, aún el amor está limitado por la relación sujeto-objeto: tratamos de hacerlos dependientes de nosotros y transformarlos a lo que sentimos debieran ser. Pueden ser nuestros amigos, nuestros amantes, nuestros hijos, o aún Dios o Buda. Sólo la compasión nos libra de esta limitante relación.
La compasión acepta a los otros como son. El que enteramente realiza la compasión ya no ve más separación entre “yo” y “otros”. La compasión es la total y espontánea respuesta a todas las situaciones.
La mejor manera de mostrar compasión es a través del deseo de ayudar. Cuando tú no puedes hacer nada acerca de una situación, por lo menos desea sinceramente haber podido ayudar. Aunque estos son sólo pensamientos, es valioso tener buenos pensamientos. Tu puedes también darte cuenta que la razón por la que no puedes ayudar es que te falta la sabiduría y el poder espiritual para ello. Este deseo te estimulará y te dará fortaleza para tu práctica. Mientras más desarrolles tu práctica, más poder tendrás para ayudar a otros.
El deseo consiste no sólo en palabras, sino en un profundo sentimiento que viene desde el fondo de tu corazón. Una vez que hayas desarrollado fuertemente este sentimiento, viene la buena voluntad y luego la apertura. A este punto puedes actuar en forma efectiva. Así es como empieza la compasión. Tú ves los problemas de otros, tú sientes su dolor, su tristeza, su sufrimiento. Tu deseo de ayudar se hace más fuerte a medida que tú te abres más, y sientes más profundamente.
No es egoísta decir: “No puedo hacer nada” cuando tú real y desesperadamente quieres ayudar, pero sabes, en forma realista, que simplemente no hay nada que puedas hacer.
Para ayudar a otros, tú debes tener ambos: sabiduría y poder. Lo que significa compasión. Cuando una o ambas cualidades están faltando, es difícil tener éxito. Aunque puedas tener buenas intenciones, falta de poder significa falta de efectividad. Es mejor desarrollar la capacidad de estar alerta, tu poder y tu habilidad para actuar. Primero, necesitas llegar a ser sensitivo a la situación. Luego podrás manejarla en forma apropiada. Sin preparación, las buenas ideas son difíciles de llevar a cabo.
La sabiduría y la meditación llegan a ser muy similares. La meditación es el estado lúcido de la mente y cuando éste se desarrolla, se transforma en sabiduría. Cuando comprendemos el sufrimiento de otros, podemos desarrollar el deseo de ayudar, después la voluntad de hacerlo y entonces nuestros corazones se abren. La sabiduría nos permite ver que se puede hacer y nos da la habilidad para aliviar los sufrimientos de otros.
Amor y Compasión
Al profundizar nuestra comprensión de la existencia se abre la puerta de la compasión. El desarrollo del darnos cuenta del dolor y la ignorancia que, igual que todos los demás, experimentamos, estimula la simpatía, de allí la empatía. Esta evolucionante preocupación por los otros inspira un sentimiento de amor; un amor que pierde sus conexiones con nuestros conceptos y sentidos, un amor que es sin sujeto u objeto.
La compasión es la habilidad de experimentar plenamente la situación de otro. Generalmente, tendemos a meternos dentro de nosotros mismos. Dado que encontramos tan difícil relacionarnos con los otros, aun con nuestros buenos amigos, dedicamos nuestros esfuerzos a protegernos. Nuestra preocupación casi nunca va más allá de nosotros mismos, de nuestras necesidades y deseos personales. La preocupación y la responsabilidad por otros, ambos básicos para la compasión, tienen poca oportunidad de crecer.
Una manera de aprender compasión es cultivar el deseo de ayudar a otros. Este simple gesto automáticamente abre el corazón. Ensanchamos nuestra perspectiva y aumentamos nuestra sensibilidad a las necesidades de otros, y esto nos conduce a desarrollar la habilidad de ser de efectiva ayuda. Eventualmente podemos aprender a amar sin ulterior motivo o sentido del ego. Este sentimiento de amor inegoísta estimula una apertura que permite que la compasión surja naturalmente. Podemos entonces actuar con capacidad y compasión en todas circunstancias.
La apertura en último término significa compasión. Mientras más te dejas abrir, más capaz serás de comunicarte con amigos, familia y otros. En vez de suprimir o tratar de evitar tus sentimientos, tanto como puedas, abre tu corazón, tus sentimientos, tu personalidad total. Ábrete a tus más profundos niveles de sentimiento. Tu puedes hacer esto en la relajación, la llave de la meditación.
Quédate muy tranquilo, respira muy suave y gentilmente, y mantén tu mente alerta. Una vez que la relajación está establecida de esta manera, ella sanará tus sentimientos internos. Entonces vendrá un calor interior. Con él y con la relajación interna, sentirás más apertura, y con esta apertura, mayor comunicación. Porque este calor interno se transforma en sabiduría y, gracias a él, serás capaz de ver la situación de otra gente más claramente, y con esta claridad también puedes aprender más sobre ti mismo, abriendo tu naturaleza interna.
Cuando tu corazón realmente se abra, tú puedes comunicarte con todos los seres, con toda existencia. Puedes ver la naturaleza de samsara. La apertura es la llave de la compasión, así una vez que puedas desarrollar más apertura, el ego y el auto aferramiento perderán su poder. Al estar menos autocentrado, tú podrás ver que cada individuo debe ir a través de este ciclo de samsara. Aprendes a aceptar más a los otros, y la compasión crecerá más profunda y más abarcante.
La compasión genuina está más allá de los pensamientos, más allá del ego, libre de todas creencia de que hay un “yo” envuelto en el acto de compasión. La verdadera compasión, por lo tanto, genera un profundo sentido de aceptación y aún perdón hacia aquellos que nos han causado dolor o desdicha. Cuando somos sensibles a la debilidad y egoísmo en otros nos damos cuenta que el daño que ellos hacen es simplemente debido a la ignorancia.
Al profundizar nuestra comprensión de la existencia se abre la puerta de la compasión. El desarrollo del darnos cuenta del dolor y la ignorancia que, igual que todos los demás, experimentamos, estimula la simpatía, de allí la empatía. Esta evolucionante preocupación por los otros inspira un sentimiento de amor; un amor que pierde sus conexiones con nuestros conceptos y sentidos, un amor que es sin sujeto u objeto.
La compasión es la habilidad de experimentar plenamente la situación de otro. Generalmente, tendemos a meternos dentro de nosotros mismos. Dado que encontramos tan difícil relacionarnos con los otros, aun con nuestros buenos amigos, dedicamos nuestros esfuerzos a protegernos. Nuestra preocupación casi nunca va más allá de nosotros mismos, de nuestras necesidades y deseos personales. La preocupación y la responsabilidad por otros, ambos básicos para la compasión, tienen poca oportunidad de crecer.
Una manera de aprender compasión es cultivar el deseo de ayudar a otros. Este simple gesto automáticamente abre el corazón. Ensanchamos nuestra perspectiva y aumentamos nuestra sensibilidad a las necesidades de otros, y esto nos conduce a desarrollar la habilidad de ser de efectiva ayuda. Eventualmente podemos aprender a amar sin ulterior motivo o sentido del ego. Este sentimiento de amor inegoísta estimula una apertura que permite que la compasión surja naturalmente. Podemos entonces actuar con capacidad y compasión en todas circunstancias.
La apertura en último término significa compasión. Mientras más te dejas abrir, más capaz serás de comunicarte con amigos, familia y otros. En vez de suprimir o tratar de evitar tus sentimientos, tanto como puedas, abre tu corazón, tus sentimientos, tu personalidad total. Ábrete a tus más profundos niveles de sentimiento. Tu puedes hacer esto en la relajación, la llave de la meditación.
Quédate muy tranquilo, respira muy suave y gentilmente, y mantén tu mente alerta. Una vez que la relajación está establecida de esta manera, ella sanará tus sentimientos internos. Entonces vendrá un calor interior. Con él y con la relajación interna, sentirás más apertura, y con esta apertura, mayor comunicación. Porque este calor interno se transforma en sabiduría y, gracias a él, serás capaz de ver la situación de otra gente más claramente, y con esta claridad también puedes aprender más sobre ti mismo, abriendo tu naturaleza interna.
Cuando tu corazón realmente se abra, tú puedes comunicarte con todos los seres, con toda existencia. Puedes ver la naturaleza de samsara. La apertura es la llave de la compasión, así una vez que puedas desarrollar más apertura, el ego y el auto aferramiento perderán su poder. Al estar menos autocentrado, tú podrás ver que cada individuo debe ir a través de este ciclo de samsara. Aprendes a aceptar más a los otros, y la compasión crecerá más profunda y más abarcante.
La compasión genuina está más allá de los pensamientos, más allá del ego, libre de todas creencia de que hay un “yo” envuelto en el acto de compasión. La verdadera compasión, por lo tanto, genera un profundo sentido de aceptación y aún perdón hacia aquellos que nos han causado dolor o desdicha. Cuando somos sensibles a la debilidad y egoísmo en otros nos damos cuenta que el daño que ellos hacen es simplemente debido a la ignorancia.
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